sábado, 13 de marzo de 2010

¿Es el Señor Nuestro Pastor?

¿Es el Señor Nuestro Pastor?

El Salmo 23 es excepcional para reflexionar en cada una de sus sentencias y no simplemente quedarnos en su eufonía.  Porque siempre le decimos al Señor, "Vos sos mi pastor", o le decimos en el Padre Nuestro "Hágase tu voluntad", y sin embargo lo atosigamos de pedidos y reclamos... "Dame, dame, dame..." como si él fuese nuestro mesero o proveedor y no, Nuestro Padre y Señor; como si Él no supiese exactamente qué necesitamos y qué es lo mejor para nosotros...                                                                              Él es el Buen Pastor. Sólo nos guiará por la buena senda.  En las pruebas, está a nuestro lado, asiéndonos fuertemente de nuestra mano derecha... (Is. 41,13) Por tanto ¿cómo vamos a desesperar ante el  hambre, la sed o el frío ?. Le decimos al Señor, "Vos sos mi pastor", pero no somos ovejas mansas que se dejan guiar, sino cabritos rebeldes que pretenden saltar sobre la valla para hacer su propia voluntad, seguir sus propios designios; queremos que él sea nuestra fórmula de prosperidad económica, material, emocional... y no NUESTRO SEÑOR, nuestro dueño (ÑANDE JARA), nuestro Dios.                                                                                                             Cuando decimos, "El Señor es mi Pastor", no sólo deberíamos manifestar de labios ese compromiso de abandonarnos a su cayado y su guía, sino que de una vez por todas estar dispuesto a sufrirlo todo por amor a Él.  Porque el título de la Escuela de Conversión es la Santidad. Y sólo Él nos hace Santos cuando ejercemos nuestra libertad para buscarlo, seguirlo, adorarlo, amarlo por sobre todas las cosas y perseverar en Él.                                                                                                  Parecemos muchas veces niños caprichosos que no quieren tomar la sopa o no quieren abrigarse, o no quieren ir a la escuela, o no quieren tomar la medicina... Lloriqueamos, zapateamos porque Dios nos disciplina en la humildad, en la pobreza, echándonos de nuestro caballo como a Pablo; echándonos de esa montura sobre la cual nos sentimos cómodos, arrogantes, soberbios, poderosos...                                                                                                                                                                                   Cuando entramos en la Escuela de la Conversión y tomamos a Jesús como Maestro, tenemos que dejarnos disciplinar y confiar ciegamente en él, seguir sus indicaciones, como Pablo que quedó ciego al caer de su caballo... ¿Cuál es el caballo del que el Señor nos despoja para hacernos su soldado?. ¿Nos aferramos al mundo, al poder, al estatus, al trabajo, a los amigos, a los "afectos y éxitos" mundanos?. ¿Estamos dispuestos a "descabalgar" para tomar nuestra Cruz y seguir a Cristo por dónde él nos conduzca?. ¿Buscamos oír su voz en su palabra, en la oración, en la reflexión, en la comunión, en la adoración? ¿Lo buscamos en la mirada del prójimo, en su sed, en sus necesidades?.                                                                                                                ¿Buscamos a un "Cristo"  elegante y proveedor y no al verdadero Cristo pobre que está  en el prójimo que es  abusado todos los días por los ladrones, allí a la vera de nuestro camino cotidiano? Porque no podemos ser del mundo y del Señor.  El mundo nos lleva por otro sendero y no podemos servir a dos amos al mismo tiempo: Al mundo y al Señor.                                                                                                                                             En esta Cuaresma, digamos al Señor, que por más que suframos,  le agradecemos y alabamos; que nos ayude a fortalecer cada día la decisión de seguirlo, de amarlo, de adorarlo, de hacer en todo su voluntad, para poder decir con fundamento..       ¡SEÑOR, VOS SOS MI PASTOR! Is 41, 13 Porque yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano derecha y te digo: "No temas, yo vengo en tu ayuda".